miércoles, 18 de marzo de 2015

EL DIÁLOGO INTERNO INFANTIL





El diálogo interno, un aspecto fundamental a tener en cuenta si queremos desarrollar adecuadamente la inteligencia intrapersonal del pequeño, paso sustancial para mantener una adecuada inteligencia interpersonal.


Sin duda aspecto importantísimo y a la vez aspecto bien complicado de determinar.

El diálogo interior está muy relacionado con la consciencia, y estrechamente ligado a las distorsiones cognitivas, y por ende, al autoconcepto y la autoestima.

Esta voz interna determina gran parte de nuestras emociones, llegando incluso a ser la responsable de la continuidad de un estado anímico. Las emociones, tal como se ven en Neurosicoeducación, son el impulso para la acción; por lo tanto, trabajar con el diálogo interno es trabajar con uno de los focos del origen de la conducta infantil, posiblemente el más importante. (Partiendo de la base de que se nace “sin mente”, con dos fuentes posibles de información, lo que hereda, que son órdenes genéticas y tendencias que pueden o no ser cumplidas, y lo que recibe del medio que se transforma en códigos eléctricos y químicos a través de los sentidos, si tan solo dependiera de genética,  las funciones mentales aparecerían sin necesidad de otros, pero no es así, entonces es necesario investigar y tomar en cuenta qué elementos extracerebrales son totalmente necesarios para la aparición de “la mente”, la “experiencia de vivir” es el elemento básico que condiciona el desarrollo de las neuronas cerebrales)

 

Esa voz interior, que podríamos llamar el observador que todo lo ve, en Neurosicoeducación no tiene clara su ubicación, ya que varía según autores; pero independientemente de su lugar en el cerebro, la pregunta sería la siguiente: ¿Es objetivo este observador? ¿Me causa malestar? ¿ constituye una ayuda en mi día a día?  Para ello quizás debemos distinguir las siguientes situaciones:

1.    Cuándo mi diálogo interno actúa a favor de mis instintos y emociones, es decir, a favor de mi estricta supervivencia. Conducta impulsiva al servicio de los sistemas instintivos y emocional

 

2.    Cuándo mi diálogo interno actúa sopesando la situación, por encima de lo que mi amígdala (encargada de las respuestas relacionadas con el dolor) o mi núcleo accumbens ( encargado de las respuestas relacionadas con el placer, por ejemplo ver la T.V., seguir disfrutando de un baño caliente aunque sea tarde…) puedan estar imponiendo. En este caso pasamos de las conductas impulsivas y de mera supervivencia, a conductas pro- trascendencia, más allá de los instintos y emociones. Son conductas donde sí que ejerzo un control adecuado de mis actos, y conlleva en la mayoría de las ocasiones, una actitud de inhibición y autocontrol. Que nuestra voz interior nos hable siempre desde este punto de vista, es una tarea ardua complicada, por no decir casi imposible.

 

¿Cuáles son los cimientos de la voz  o consciencia interna del niño? Sin duda las experiencias vividas, así como la interpretación de las mismas. Y es evidente que en este aspecto el papel de los padres es fundamental, ya que durante los primeros años de vida de los infantes, sus experiencias van de la mano de los adultos cuidadores. (A edad temprana son inmensos receptores de información, aprendices de respuestas emocionales y conductuales con mínima capacidad de juicio, de ahí la gran importancia de que el adulto educador sepa qué información ofrecer y crear relaciones adecuadas para conseguir resultados deseables).

 Este yo interior es una creación propia de cada uno de nosotros, originado no sólo por nuestra carga genética, sino fundamentalmente, y tal y como ya he apuntado, por las experiencias vividas y por cómo las hemos interpretado. (En relación a este concepto de mundo interior, los niños pequeños captan solamente lo exterior a sí mismos y con el tiempo van adquiriendo capacidad de reflexionar sobre su propio pensamiento en modos progresivamente más sofisticados).

Debemos distinguir el sentido de identidad del niño de lo que es el desarrollo de una memoria autobiográfica independiente. Según estudios, niños con 18 meses ya comienzan a tener cierto sentido de identidad, se reconocen en el momento presente, pero no pueden hallar una relación con su YO pasado ni con su YO futuro (No hay deducciones, ni generalizaciones). No existe en ellos una continuidad temporal.

La memoria episódica o autobiográfica se caracteriza por su carga en detalles emocionales y por no tener un recuerdo de todo el contexto en su conjunto, sino un recuerdo más fragmentado, lo que en ocasiones da pie a la creación de unos recuerdos objetivamente falsos, pero subjetivamente ciertos.

Según estudios, los bebés ya tienen recuerdos episódicos, desarrollándose gradualmente esta memoria autobiográfica, que es distinta a la del adulto,  hasta los cinco y seis años.

Con la aparición del lenguaje, los niños pueden contar hechos ya sucedidos, pero sólo cuando adquieren mayor edad unen los recuerdos para formar un relato continuado (pasado-presente-futuro). Alison Gopnik explica cómo a niños de dos años que habían ido al zoológico, al preguntarles por la experiencia, contaban situaciones derivadas directamente de lo que sus mamás les habían mencionado, por ejemplo, “el elefante hizo caca”, cuando su mamá le había preguntado “¿recuerdas al elefante?” Sólo al dar una “pista” sobre un hecho, el niño relata la situación. Es como si los recuerdos de los niños formasen un tándem con los recuerdos de sus madres. (La observación del lenguaje infantil siempre es una pista para conocer cómo funcionan sus procesos mentales, por ejemplo no será hasta los 30 meses cuando aparece el pronombre “yo” y se combina con “tú, mío y tuyo”).

Es a partir de los cinco años que los pequeños comienzan a ser protagonistas de sus propios recuerdos y a tener una memoria autobiográfica más similar a la de un adulto. Si reflexionamos sobre este punto, veremos cómo la memoria de los pequeños antes de los cinco años está supeditada en muchos momentos, a un control externo, la pista, y no a un control interno.

 

Muchas mamás nos preguntamos por qué a los niños pequeños cuando les preguntamos cómo les ha ido en el colegio por ejemplo, contestan con un monosílabo, es porque necesitan esa “pista” para poder desarrollar las distintas situaciones.

Es importante señalar también que antes de los cinco años, los pequeños tienen dificultades para recordar de dónde provienen sus convicciones; y este olvido real de la fuente de información es un elemento clave en los pensamientos internos que los pequeños se forjan.

¿Por qué es importante saber esto? Porque hay autores que apuntan a que nuestra voz u observador interior está influenciado por:

·         Nuestro YO pasado

·         Nuestro YO actual

·         Nuestro YO futuro

Por lo tanto, saber cómo funciona el cerebro del niño respecto a la formación de recuerdos en esta primera etapa es significativo para poder entender sus conductas.

Aunque se han hecho muchos estudios, y se posee información valiosa, aún no existe claridad para determinar los índices de desarrollo de cada memoria ni para cada etapa del mismo.

En otro estudio que se hizo con peques de menos de 5 años se les puso un vídeo con Ellie inmóvil sentada en una silla y mirando hacia la pared. Se les preguntó si Ellie estaba pensando y en qué. La respuesta fue fantástica: Ellie no está haciendo nada, por lo tanto, si no hay nada que hacer, ¿por qué iba a pensar? Era evidente para ellos que Ellie no estaba pensando.

Junto a otros estudios se concluyó que los niños pequeños creen que piensan sólo cuando hay algo en lo que pensar. Se dedujo que los pequeños de cinco años aproximadamente, pueden llegar a comprender que se puede pensar en algo sin necesidad de estar haciendo nada, pero no pueden entender que los pensamientos se generen internamente. Esto lo veremos más lógico si recordamos que durante la primera etapa de vida de los pequeños, su memoria autobiográfica está muy unida a la de sus cuidadores. Comenzar a hacer esa separación conlleva un proceso cerebral acorde con el desarrollo evolutivo del cerebro.

En este punto cabe señalar que ya hay expertos estudiando cómo la sobre estimulación a la que las nuevas generaciones se ven sometidas hoy en día desde que nacen, está cambiando nuestro cerebro.

Hacia los 4 años de edad comienza a desarrollarse la metacognición: el conocimiento de mis propias capacidades así como los elementos que las afectan, alcanzando su máxima representación entre los 6 y 8 años ( “Neuropsicología del desarrollo infantil”)

Tras lo expuesto, queda patente la estrecha vinculación entre el diálogo externo hacia los niños por parte de los adultos durante los primeros años de vida y la creación de un yo interior saludable emocionalmente por parte de los niños.

Y aquí vuelvo a repetir, no es sólo la experiencia, y en ella incorporo la comunicación infante-adulto, es también la interpretación que los pequeños hagan de ella. No olvidemos que no existe una sola verdad, sino tantas como personas implicadas en una misma situación.

¿En qué puede derivar un observador interno que se ha ido formando con experiencias e interpretaciones no constructivas?

En las llamadas distorsiones cognitivas. Esa interpretación que hacemos de la realidad y que se convierte en nuestra voz interior que tanto afecta a nuestras emociones, sentimientos y acciones. No voy a profundizar en este momento en las creencias erróneas que hay detrás de las mismas, un tema sin duda necesario y que veremos en otro artículo:


1.   Pensamiento dicotómico: No hay punto intermedio, todo se ve o blanco o negro

2.   Sobregeneralización. Pensar que por un solo hecho, siempre ocurrirá lo mismo. Por ejemplo, niño que suspende un examen de matemáticas y piensa que seguro que no conseguirá aprobar ningún otro.

3.   Abstracción selectiva. Basar el aprendizaje de una experiencia en un único hecho ocurrido durante ese suceso, pero aislado de su contexto. Por ejemplo, recordar sólo que un compañero me pegó, olvidando que su compañero ese día estaba muy nervioso y que luego se disculpó.

4.   Descalificación de las experiencias positivas. No tener presente los sucesos positivos que viven, subestimando los mismos.

5.   Inferencia arbitraria. Ver las experiencias como negativas. Distinguimos fundamentalmente dos:

a.    Adivinación del pensamiento. “Sé que mis compañeros se ríen de mí”

b.   Error de adivinar el futuro. “Si voy a la excursión seguro que me caeré escalando”

6.   Magnificación y/o minimización. Tendencia a magnificar errores y éxitos de los demás y tendencia a minimizar los éxitos propios y los errores ajenos”

7.   Razonamiento emocional. Una mala gestión emocional, asume que sus sentimientos son negativos porque las circunstancias son negativas

8.   “Debería”. Usar continuamente el debería como diálogo interno, hay una sobre exigencia, y da lugar a los sentimientos de culpa, resentimiento e ira

9.   Etiquetación. Al usar etiquetas incluimos características que posiblemente no son aplicables a la persona. “ Me he caído, es que soy muy torpe” Limitamos las capacidades con las etiquetas.

10.               Personalización. El niño se ve como responsable de sucesos acontecidos, sin ser esto así.

Y finalmente, y para tener una visión global de cómo funcionan nuestros pensamientos, no puedo dejar atrás las llamadas ilusiones mentales, tema que me fascinó el día que lo estudié, y que espero, os cause la misma curiosidad y simpatía que a mí.:

1.   ilusión sensorial. Me remito a los trucos de magia y a la multitud de imágenes que juegan con la perspectiva y otros elementos para crear movimiento por ejemplo.

2.   ilusión causa efecto. Tendemos a pensar que cuando dos situaciones se dan de forma conjunta, obligatoriamente una es causa de la otra. Ej.: Por la mañana he estado muy nerviosa y he gritado a mi hijo, y cuando éste sale del colegio está muy callado. Asumo que está enfadado conmigo, cuando posiblemente lo que le ocurre es que está cansado

3.   ilusión de potencial y eficacia mental. Está relacionado con el modo en el que nos evaluamos. Ej.: “Seguro que después de ver los dibujos termino los deberes, aunque sea tarde”. El niño está convencido, pero evidentemente está demasiado cansado a esa hora para que su cuerpo pueda rendir académicamente. Al final los deberes no se hacen, o se hacen tras una reprimenda y en un estado emocional poco adecuado para el estudio

4.   ilusión de atención plena (ceguera por desatención). Esta es muy divertida, es esa que nos lleva a pensar que existe un agujero negro dentro de nuestros hogares ( repito símil de la fuente ya que me encantó) por donde se cuelan los calcetines, apuntes, llaves, libros y todo lo que no encontramos pero que estamos convencidos de que dejamos en su sitio. En ocasiones volvemos a mirar en el lugar rastreado y el objeto estaba donde pensábamos, pero evidentemente no habíamos mirado bien.

5.    ilusión de conocimiento (mundo exterior). Pensar que lo sabemos todo, como ejemplo, una frase de Bill Gates en 1981, “640K deberían ser suficientes para cualquiera”

6.   ilusión de invulnerabilidad. En los amantes de los deportes de riesgo tenemos un claro ejemplo

7.   ilusión de memoria perfecta (ceguera a los cambios). No olvidemos que los recuerdos la mayoría de las veces son subjetivamente reales pero objetivamente incorrectos

8.   ilusión de bondad. Dotamos en muchas ocasiones a nuestras acciones de un halo de bondad y sin ser plenamente conscientes (a veces sí) que oculto hay un interés no tan bondadoso

9.   ilusión de yo no fui. La teoría del intérprete explica muy bien esta ilusión. Necesitamos encontrar coherencia entre lo que pensamos, hacemos y decimos. Cuando no la encontramos, nos la inventamos. volvemos a lo objetivamente falso pero subjetivamente cierto

10.               ilusión de todo pasado fue mejor. No valoramos el momento presente. Sin duda el mindfulness nos ayudará a gestionar esta ilusión

11.               ilusión de confianza. A veces es necesario estar más en contacto con la realidad.

12.               ilusión de autoconocimiento. Relacionada con la ilusión de potencial.

(No sé si aquí o en algún otro párrafo añadiría que un punto importante en el pensamiento infantil es la capacidad de conocer que uno mismo, es el agente causante de sus acciones, es decir, conocer que hay “algo” dentro de la persona que causa acciones, esto implica la capacidad de observar relaciones que median entre las intenciones y la causalidad, por ejemplo, a los tres años el niño ya es capaz de distinguir entre deseos y creencias, importante porque implica la atribución a “creencias” las causas de comportamiento, explican como un niño busca su coche en el armario porque “cree” que está allí, y a deseos las de sus emociones, los de dos años son capaces tan solo de comprender que un deseo es la causa, pero fracasan en el razonamiento de creencia.)

Recapitulando, podemos concluir que esa voz interna personal, en los primeros años de vida, el infante no la distingue de la voz de sus padres o principales cuidadores, y que es a partir de los cinco o seis años que comienza a tener autonomía propia. De aquí deducimos que las experiencias vividas y los mensajes y actitud de los adultos responsables de los niños durante esta primera etapa, son fundamentales para el desarrollo de una inteligencia intrapersonal saludable, explicando por tanto, el origen de muchas de las creencias infantiles escondidas tras las conductas de los niños.

Mantener una relación de horizontalidad con el niño, no sobreprotegerlo, marcar límites claros y ser consecuente con el incumplimiento de los mismos, pero de una manera amable y respetuosa, ver los errores como oportunidades de aprendizaje, desarrollando de este modo un concepto de responsabilidad ausente de culpa y de miedo, motivarlo adecuadamente, sin centrarnos en la persona, sino en el hecho realizado, evitando así cualquier tipo de etiqueta limitativa, y confiar en el niño, en el adulto, y en el proceso de crecimiento y desarrollo familiar, son, sin duda, herramientas que  ayudarán a que la voz interna no se convierta en un observador cruel, y propiciará a que el pequeño se sienta seguro y capacitado para afrontar los retos que la vida le ponga por delante, o los que ellos mismos deseen buscar.

 

 

 

NOTA: Los párrafos escritos en azul son aportaciones de mi compañera Marisa Moya, Educadora en Disciplina Positiva y directora de www.escuelainfantilgranvia.com , enormemente agradecida ya que respeto profundamente el trabajo que realiza diariamente.

 

Fuentes: El filósofo entre pañales, Alison Gopnik. Escritos varios de Asociación Educar. Neuropsicología del Desarrollo infantil, de Mónica Roselli y Alfredo Ardila. www.aepccc.es  ( distorsiones cognitivas)  

 
 
 

 




 

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