El diálogo interno,
un aspecto fundamental a tener en cuenta si queremos desarrollar adecuadamente
la inteligencia intrapersonal del
pequeño, paso sustancial para mantener una adecuada inteligencia
interpersonal.
Sin duda aspecto
importantísimo y a la vez aspecto bien complicado de determinar.
El diálogo interior
está muy relacionado con la consciencia, y estrechamente ligado a las
distorsiones cognitivas, y por ende, al autoconcepto y la autoestima.
Esta voz interna determina gran parte de nuestras
emociones, llegando incluso a ser la responsable de la continuidad de un estado
anímico. Las emociones, tal como se ven en Neurosicoeducación, son el impulso
para la acción; por lo tanto, trabajar con el diálogo interno es trabajar con
uno de los focos del origen de la conducta infantil, posiblemente el más
importante. (Partiendo
de la base de que se nace “sin mente”, con dos fuentes posibles de información,
lo que hereda, que son órdenes genéticas y tendencias que pueden o no ser
cumplidas, y lo que recibe del medio que se transforma en códigos eléctricos y
químicos a través de los sentidos, si tan solo dependiera de genética, las funciones mentales aparecerían sin
necesidad de otros, pero no es así, entonces es necesario investigar y tomar en
cuenta qué elementos extracerebrales son totalmente necesarios para la aparición
de “la mente”, la “experiencia de vivir” es el elemento básico que condiciona
el desarrollo de las neuronas cerebrales)
Esa voz interior, que podríamos llamar el observador
que todo lo ve, en Neurosicoeducación no tiene clara su ubicación, ya que varía
según autores; pero independientemente de su lugar en el cerebro, la pregunta
sería la siguiente: ¿Es objetivo este observador? ¿Me causa malestar? ¿ constituye una
ayuda en mi día a día? Para ello quizás debemos distinguir las
siguientes situaciones:
1. Cuándo mi diálogo
interno actúa a favor de mis instintos y emociones, es decir, a favor de mi estricta supervivencia. Conducta impulsiva al
servicio de los sistemas instintivos y emocional
2. Cuándo mi diálogo interno actúa
sopesando la situación, por encima de lo que mi amígdala
(encargada de las respuestas relacionadas con el dolor) o mi núcleo accumbens (
encargado de las respuestas relacionadas con el placer, por ejemplo ver la
T.V., seguir disfrutando de un baño caliente aunque sea tarde…) puedan estar
imponiendo. En este caso pasamos de las conductas impulsivas y de mera
supervivencia, a conductas pro- trascendencia, más allá de los instintos y
emociones. Son conductas donde sí que ejerzo un control adecuado de mis actos,
y conlleva en la mayoría de las ocasiones, una actitud de inhibición y
autocontrol. Que nuestra voz interior nos hable siempre desde este punto de
vista, es una tarea ardua complicada, por no decir casi imposible.
¿Cuáles son los cimientos de la voz
o consciencia interna del niño? Sin duda las
experiencias vividas, así como la interpretación de las mismas. Y es evidente
que en este aspecto el papel de los padres es fundamental, ya que durante los
primeros años de vida de los infantes, sus experiencias van de la mano de los
adultos cuidadores. (A edad temprana son inmensos
receptores de información, aprendices de respuestas emocionales y conductuales
con mínima capacidad de juicio, de ahí la gran importancia de que el adulto
educador sepa qué información ofrecer y crear relaciones adecuadas para
conseguir resultados deseables).
Este yo
interior es una creación propia de cada uno de nosotros,
originado no sólo por nuestra carga genética, sino fundamentalmente, y tal y
como ya he apuntado, por las experiencias vividas y por cómo las hemos
interpretado. (En relación a este
concepto de mundo interior, los niños pequeños captan solamente lo exterior a
sí mismos y con el tiempo van adquiriendo capacidad de reflexionar sobre su
propio pensamiento en modos progresivamente más sofisticados).
Debemos distinguir el sentido de identidad del
niño de lo que es el desarrollo de una memoria autobiográfica independiente. Según estudios, niños
con 18 meses ya comienzan a tener cierto sentido de identidad, se reconocen en
el momento presente, pero no pueden hallar una relación con su YO pasado ni con
su YO futuro (No hay deducciones, ni
generalizaciones). No existe en ellos una continuidad temporal.
La memoria episódica o autobiográfica se caracteriza
por su carga en detalles emocionales y por no tener un recuerdo de todo el
contexto en su conjunto, sino un recuerdo más fragmentado, lo que en ocasiones
da pie a la creación de unos recuerdos objetivamente falsos, pero
subjetivamente ciertos.
Según estudios, los bebés ya tienen recuerdos
episódicos, desarrollándose gradualmente esta memoria autobiográfica, que es
distinta a la del adulto, hasta los
cinco y seis años.
Con la aparición del lenguaje, los niños pueden contar
hechos ya sucedidos, pero sólo cuando adquieren mayor edad unen los recuerdos para
formar un relato continuado (pasado-presente-futuro). Alison Gopnik explica
cómo a niños de dos años que habían ido al zoológico, al preguntarles por la
experiencia, contaban situaciones derivadas directamente de lo que sus mamás
les habían mencionado, por ejemplo, “el elefante hizo caca”, cuando su mamá le
había preguntado “¿recuerdas al elefante?” Sólo al dar una “pista” sobre un
hecho, el niño relata la situación. Es como si los recuerdos de los niños
formasen un tándem con los recuerdos de sus madres. (La
observación del lenguaje infantil siempre es una pista para conocer cómo
funcionan sus procesos mentales, por ejemplo no será hasta los 30 meses cuando
aparece el pronombre “yo” y se combina con “tú, mío y tuyo”).
Es a partir de los cinco años que los pequeños comienzan a ser
protagonistas de sus propios recuerdos y a tener una memoria autobiográfica más
similar a la de un adulto. Si reflexionamos sobre este punto, veremos cómo la
memoria de los pequeños antes de los cinco años está supeditada en muchos
momentos, a un control externo, la pista, y no a un control interno.
Muchas mamás nos preguntamos por qué a los niños
pequeños cuando les preguntamos cómo les ha ido en el colegio por ejemplo,
contestan con un monosílabo, es porque necesitan esa “pista” para poder
desarrollar las distintas situaciones.
Es importante señalar también que antes de los cinco
años, los pequeños tienen dificultades para recordar de dónde provienen sus
convicciones; y este olvido real de la fuente de información es un elemento clave en los
pensamientos internos que los pequeños se forjan.
¿Por qué es importante saber esto? Porque hay autores
que apuntan a que nuestra voz u observador interior está influenciado por:
·
Nuestro YO pasado
·
Nuestro YO actual
·
Nuestro YO futuro
Por lo tanto, saber cómo funciona el cerebro del niño
respecto a la formación de recuerdos en esta primera etapa es significativo
para poder entender sus conductas.
Aunque se han hecho muchos estudios, y se posee
información valiosa, aún no existe claridad para determinar los índices de
desarrollo de cada memoria ni para cada etapa del mismo.
En otro estudio que se hizo con peques de menos de 5
años se les puso un vídeo con Ellie inmóvil sentada en una silla y mirando
hacia la pared. Se les preguntó si Ellie estaba pensando y en qué. La respuesta
fue fantástica: Ellie no está haciendo nada, por lo tanto, si no hay nada que
hacer, ¿por qué iba a pensar? Era evidente para ellos que Ellie no estaba
pensando.
Junto a otros estudios se concluyó que los niños
pequeños creen que piensan sólo cuando hay algo en lo que pensar. Se dedujo que
los pequeños de cinco años aproximadamente, pueden llegar a comprender que se
puede pensar en algo sin necesidad de estar haciendo nada, pero no pueden
entender que los pensamientos se generen internamente. Esto lo
veremos más lógico si recordamos que durante la primera etapa de vida de los
pequeños, su memoria autobiográfica está muy unida a la de sus cuidadores.
Comenzar a hacer esa separación conlleva un proceso cerebral acorde con el
desarrollo evolutivo del cerebro.
En este punto cabe señalar que ya hay expertos
estudiando cómo la sobre estimulación a la que las nuevas generaciones se ven
sometidas hoy en día desde que nacen, está cambiando nuestro cerebro.
Hacia los 4 años de edad comienza a desarrollarse la
metacognición: el conocimiento de mis propias capacidades así como los
elementos que las afectan, alcanzando su máxima representación entre los 6 y 8
años ( “Neuropsicología del desarrollo infantil”)
Tras lo expuesto, queda patente la estrecha vinculación entre el diálogo externo hacia los niños por
parte de los adultos durante los primeros años de vida y la creación de un yo
interior saludable emocionalmente por parte de los niños.
Y aquí vuelvo a repetir, no es sólo la experiencia, y
en ella incorporo la comunicación infante-adulto, es también la interpretación
que los pequeños hagan de ella. No olvidemos que no existe una sola verdad,
sino tantas como personas implicadas en una misma situación.
¿En qué puede derivar un observador
interno que se ha ido formando con experiencias e interpretaciones no
constructivas?
En las llamadas distorsiones cognitivas. Esa
interpretación que hacemos de la realidad y que se convierte en nuestra voz
interior que tanto afecta a nuestras emociones, sentimientos y acciones. No voy
a profundizar en este momento en las creencias erróneas que hay detrás de las
mismas, un tema sin duda necesario y que veremos en otro artículo:
1. Pensamiento
dicotómico: No hay punto intermedio, todo se ve o blanco o negro
2. Sobregeneralización. Pensar que por un solo hecho, siempre ocurrirá lo mismo. Por ejemplo,
niño que suspende un examen de matemáticas y piensa que seguro que no
conseguirá aprobar ningún otro.
3. Abstracción
selectiva. Basar el aprendizaje de una experiencia en un único
hecho ocurrido durante ese suceso, pero aislado de su contexto. Por ejemplo,
recordar sólo que un compañero me pegó, olvidando que su compañero ese día
estaba muy nervioso y que luego se disculpó.
4. Descalificación
de las experiencias positivas. No tener presente los sucesos
positivos que viven, subestimando los mismos.
5. Inferencia
arbitraria. Ver las experiencias como negativas. Distinguimos
fundamentalmente dos:
a. Adivinación del pensamiento. “Sé que mis compañeros se ríen de mí”
b. Error de adivinar el futuro. “Si voy a la excursión seguro que me caeré
escalando”
6. Magnificación
y/o minimización. Tendencia a magnificar errores y éxitos de los demás
y tendencia a minimizar los éxitos propios y los errores ajenos”
7. Razonamiento
emocional. Una mala gestión emocional, asume que sus
sentimientos son negativos porque las circunstancias son negativas
8. “Debería”. Usar continuamente el debería como diálogo interno, hay una sobre
exigencia, y da lugar a los sentimientos de culpa, resentimiento e ira
9. Etiquetación. Al usar etiquetas incluimos características que posiblemente no son
aplicables a la persona. “ Me he caído, es que soy muy torpe” Limitamos las
capacidades con las etiquetas.
10.
Personalización. El niño se ve como responsable de sucesos
acontecidos, sin ser esto así.
Y finalmente, y para tener una visión global de cómo
funcionan nuestros pensamientos, no puedo dejar atrás las llamadas ilusiones
mentales, tema que me fascinó el día que lo estudié, y que
espero, os cause la misma curiosidad y simpatía que a mí.:
1. ilusión sensorial. Me remito a los trucos de magia y a la multitud de imágenes que juegan con
la perspectiva y otros elementos para crear movimiento por ejemplo.
2. ilusión
causa efecto. Tendemos a pensar que cuando dos situaciones se dan
de forma conjunta, obligatoriamente una es causa de la otra. Ej.: Por la mañana
he estado muy nerviosa y he gritado a mi hijo, y cuando éste sale del colegio
está muy callado. Asumo que está enfadado conmigo, cuando posiblemente lo que
le ocurre es que está cansado
3. ilusión de
potencial y eficacia mental. Está relacionado con el modo en el
que nos evaluamos. Ej.: “Seguro que después de ver los dibujos termino los
deberes, aunque sea tarde”. El niño está convencido, pero evidentemente está
demasiado cansado a esa hora para que su cuerpo pueda rendir académicamente. Al
final los deberes no se hacen, o se hacen tras una reprimenda y en un estado
emocional poco adecuado para el estudio
4. ilusión de
atención plena (ceguera por desatención). Esta es muy divertida, es
esa que nos lleva a pensar que existe un agujero negro dentro de nuestros
hogares ( repito símil de la fuente ya que me encantó) por donde se cuelan los
calcetines, apuntes, llaves, libros y todo lo que no encontramos pero que
estamos convencidos de que dejamos en su sitio. En ocasiones volvemos a mirar
en el lugar rastreado y el objeto estaba donde pensábamos, pero evidentemente
no habíamos mirado bien.
5. ilusión de conocimiento (mundo exterior). Pensar que lo sabemos todo, como ejemplo, una frase de
Bill Gates en 1981, “640K deberían ser suficientes para cualquiera”
6. ilusión de
invulnerabilidad. En los amantes de los deportes de riesgo tenemos un
claro ejemplo
7. ilusión de
memoria perfecta (ceguera a los cambios). No olvidemos que los
recuerdos la mayoría de las veces son subjetivamente reales pero objetivamente
incorrectos
8. ilusión de bondad. Dotamos en muchas ocasiones a nuestras acciones de un halo de bondad y sin
ser plenamente conscientes (a veces sí) que oculto hay un interés no tan
bondadoso
9. ilusión de yo no fui. La teoría del intérprete explica muy
bien esta ilusión. Necesitamos encontrar coherencia entre lo que pensamos,
hacemos y decimos. Cuando no la encontramos, nos la inventamos. volvemos a lo
objetivamente falso pero subjetivamente cierto
10.
ilusión de todo pasado fue mejor. No valoramos el momento presente. Sin duda el mindfulness nos ayudará a
gestionar esta ilusión
11.
ilusión de confianza. A veces es necesario estar más en
contacto con la realidad.
12.
ilusión de autoconocimiento. Relacionada con
la ilusión de potencial.
(No sé si aquí o en algún otro párrafo añadiría que un
punto importante en el pensamiento infantil es la capacidad de conocer que uno
mismo, es el agente causante de sus acciones, es decir, conocer que hay “algo”
dentro de la persona que causa acciones, esto implica la capacidad de observar
relaciones que median entre las intenciones y la causalidad, por ejemplo, a los
tres años el niño ya es capaz de distinguir entre deseos y creencias,
importante porque implica la atribución a “creencias” las causas de
comportamiento, explican como un niño busca su coche en el armario porque
“cree” que está allí, y a deseos las de sus emociones, los de dos años son
capaces tan solo de comprender que un deseo es la causa, pero fracasan en el
razonamiento de creencia.)
Recapitulando, podemos concluir que esa voz interna
personal, en los primeros años de vida, el infante no la distingue de la voz de
sus padres o principales cuidadores, y que es a partir de los cinco o seis años
que comienza a tener autonomía propia. De aquí deducimos que las experiencias
vividas y los mensajes y actitud de los adultos responsables de los niños
durante esta primera etapa, son fundamentales para el desarrollo de una
inteligencia intrapersonal saludable, explicando por tanto, el origen de muchas
de las creencias infantiles escondidas tras las conductas de los niños.
Mantener una relación de horizontalidad con el niño,
no sobreprotegerlo, marcar límites claros y ser consecuente con el
incumplimiento de los mismos, pero de una manera amable y respetuosa, ver los
errores como oportunidades de aprendizaje, desarrollando de este modo un
concepto de responsabilidad ausente de culpa y de miedo, motivarlo
adecuadamente, sin centrarnos en la persona, sino en el hecho realizado,
evitando así cualquier tipo de etiqueta limitativa, y confiar en el niño, en el
adulto, y en el proceso de crecimiento y desarrollo familiar, son, sin duda,
herramientas que ayudarán a que la voz
interna no se convierta en un observador cruel, y propiciará a que el pequeño
se sienta seguro y capacitado para afrontar los retos que la vida le ponga por delante,
o los que ellos mismos deseen buscar.
NOTA: Los párrafos escritos en azul son
aportaciones de mi compañera Marisa Moya, Educadora en Disciplina
Positiva y directora de www.escuelainfantilgranvia.com , enormemente
agradecida ya que respeto profundamente el trabajo que realiza
diariamente.
Fuentes: El filósofo
entre pañales, Alison Gopnik. Escritos varios de Asociación Educar.
Neuropsicología del Desarrollo infantil, de Mónica Roselli y Alfredo Ardila. www.aepccc.es ( distorsiones cognitivas)
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